La búsqueda del orden mundial: El Medio Oriente

stats con chris
2022-04-30
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He vivido en Arabia Saudita, en una región del mundo denominada el Medio Oriente. Una región que a lo largo de su historia solo ha tenido un objetivo: «Conseguir el orden». En base a mi experiencia personal y considerando como fuente principal el libro de Henry Kissinger: «El orden mundial», elaboro un recuento histórico del mundo árabe y a partir de él formulo el papel que jugará esta región en el futuro.

He vivido en Arabia Saudita, en una región del mundo denominada el Medio Oriente. Una región que a lo largo de su historia solo ha tenido un objetivo: «Conseguir el orden». En base a mi experiencia personal y considerando como fuente principal el libro de Henry Kissinger: «El orden mundial», elaboro un recuento histórico del mundo árabe y a partir de él formulo el papel que jugará esta región en el futuro.

Esta es la segunda parte del ensayo: "La búsqueda del orden mundial". Se recomienda haber leído previamente la primera parte: "La búsqueda del orden mundial: Europa".

Capítulo 2: El Medio Oriente

Mientras el Imperio romano colapsaba en Europa en el año 476, en el Medio Oriente surgía el Imperio bizantino, que terminaría adoptando el cristianismo como religión y establecería su capital en la actual Turquía. Este imperio buscaría consolidar un orden en su región, tratando de conquistar la tierras de Oriente; sin embargo, otro imperio impediría su éxito, los persas, quienes habían establecido su capital en la actual Irán y habían adoptado como religión el zoroastrismo. Ambos imperios, a pesar de sus grandes dominios, habían mostrado poco interés en la península arábiga, actual Arabia Saudita, por ser una zona de grandes desiertos y pocos recursos. No obstante, la historia les demostraría con el tiempo que ese sería su más grande error...

En un afán por consolidarse en el Medio Oriente e imponer un orden imperialista, en el año 602, bizantinos y persas entraron en una guerra de 25 años, la cual concluyó, paradójicamente, con la victoria de una pequeña tribu de la península arábiga. Por aquel entonces, las tres grandes religiones que dominaban el Medio Oriente eran el judaísmo, el cristianismo, y el zoroastrismo, teniendo estas últimas más similitud, aún cuando las dos primeras partían del mismo libro, el Pentateuco, llamado Tora por los judíos y Antiguo Testamento por los cristianos. El zoroastrismo basaba sus creencias en un único Dios llamado Mazda, en un espíritu destructivo llamado Mainyu, y en un mesías que vendría en el fin de los tiempos a reestructurar el mundo, llamado Saosyant. Esta similitud con el cristianismo, que creía en Jehová, Lucifer y el mesías Jesucristo, no le sería suficiente para perdurar en el tiempo y desaparecería del mapa cuando una pequeña tribu de la península arábiga conquistaría a los persas en el año 651. ¿Pero cómo fue posible que los grandes imperios, bizantinos y persas, fueran derrotados por una pequeña tribu de la península arábiga?

Fue en el año 610, en la actual ciudad de Meca en Arabia Saudita, que un humilde mercader de 40 años, llamado Mahoma, recibió la visita del ángel Gabriel y fue ordenado por este a memorizar y transmitir la palabra de Dios, el cual más tarde sería escrito en "el Corán”. Una nueva visión de orden surgiría en la península arábiga a través de la estructuración de una nueva creencia religiosa, el islam, el cual tendría mucha similitud con el cristianismo, pero se diferenciaría de esta por haber sido transmitida directamente por el ángel Gabriel en una época donde en la península reinaba el caos, donde las tribus paganas eran cuantiosas, y donde el cristianismo y judaísmo apenas se hacían notar.
En su afán por esparcir el islam en una tierra de nadie, la tribu de Mahoma se vio envuelta en diversas batallas, donde resultaron victoriosos a pesar de tener un ejército numéricamente muy inferior. Estas victorias, difícil de imaginar sin una intervención divina, lo fueron exaltando como el verdadero profeta de Dios. En el año 632, fecha en que falleció, la tribu de Mahoma ya se había apoderado de toda la península arábiga. En ese mismo período, la guerra entre bizantinos y persas ya había llegado a su fin y había dejado a ambos imperios completamente debilitados; debido a esto, los sucesores de Mahoma, llamados califas, pudieron conquistar ambos imperios y en el año 661 se adjudicaron un dominio total del Medio Oriente y el Norte de África, consolidando lo que la historia denomina: “El Imperio islámico”. El orden había llegado en esta región del mundo, pero había llegado bajo un imperio que basaba su ideología en el yihad, un concepto religioso escrito en el Corán que indicaba que todo musulmán debía proteger al islam. Con el tiempo, este concepto demostraría al mundo que el ser un humano es un ente incapaz de resolver asuntos sin el uso de armas, pues ciertos hombres considerarían que la protección del islam incluía también atacar a cualquiera que fuese en contra de esta ideología.

La historia también demostraría que el hombre solo saber jugar de una forma, y debido a esto, los eventos que repercutieron y repercutirían en Europa también se repetirían en el Medio Oriente. Tal como el Imperio romano se desmoronó al perder el césar el control absoluto de sus tierras, lo mismo ocurrió con el Imperio islámico, aunque este vino más que todo porque ciertos grupos no estaban de acuerdo con la elección del califa. Cuando el tercer califa fue asesinado en el año 656 por aquellos que no eran simpatizantes de él, diversos grupos políticos surgieron a lo largo del imperio exigiendo que el próximo califa debía ser alguien del linaje de Mahoma y no solo un discípulo del mismo. Ali ibn Abi Talib emergió como el cuarto califa y fue dicha elección que desencadenó en una guerra civil que dividió al islam en dos grupos, chiitas y sunitas, algo que se prestaría como un déjà vu 1000 años después cuando el cristianismo se particionaría en católicos y protestantes. Los primeros consideraban a Ali ibn Abi Talib como el verdadero y único sucesor de Mahoma por ser su primo y estar casado con la hija del profeta, mientras los segundos consideraban que Ali no era el indicado para gobernar pues exaltaría a la familia de Mahoma como divina.
Por oriente, los persas aprovecharon estas guerras internas del Imperio islámico y reconquistaron las tierras de Irán e Iraq, no sin antes adoptar la versión chiita del islam en el año 819. Los persas serían conquistados por los mongoles en el año 1221, pero recuperarían su poderío en el año 1370 y desde ahí se mantendrían sólidos hasta el año 1979. Por Occidente, fueron las tribus turcas que aprovecharon los problemas internos del Imperio islámico y adoptando la versión sunita del islam consolidaron el Imperio otomano en el año 1453. El Imperio islámico había llegado a su fin pero había dejado como legado la religión islámica, tal como otrora lo hicieron los romanos con el cristianismo.

Con el surgimiento del Imperio otomano y el resurgimiento del Imperio persa. El siglo XV marcaría el inicio de un período donde el Medio Oriente pasaría a ser gobernado por una sola religión; no obstante, por un lado Occidente era sunita y por el otro, Oriente era chiita. Todo indicaba que una nueva guerra político-religiosa se avecinaría y marcaría el inicio de un nuevo orden en la región. El Imperio otomano, bajo el reinado del sultán Solimán, fue aquel que dibujó el nuevo orden en el Medio Oriente. Conquistó a los persas en 1535 y en 1566 se adueñó de la península balcánica y el Norte de África. El Medio Oriente había alcanzado nuevamente un orden a través de la unidad, basándose en un Imperio sunita; sin embargo, Solimán buscó llegar más allá y se trazó como objetivo conquistar el continente europeo; no obstante, en el mismo período el emperador romano Carlos V estaba logrando tal cometido con el apoyo de Iglesia católica. Este quizás sea el preludio de lo que vendría a ser una nueva guerra político-religiosa, marcada por el islam contra el cristianismo. Pero por aquel entonces, no llegaría a concretarse por el infortunio que ambos imperios, en el mismo período, se desmoronarían por si solos tras su expansión, demostrando una vez más que cuánto más vasto es un imperio, más dificil es mantener un control absoluto sobre él.

El siglo XVII marcaría el inicio de la decadencia del Imperio otomano, quien se vería envuelto en constantes guerras por ambos flancos. Por oriente, los persas recuperarían sus tierras en el año 1618. Y por occidente, Austria lo derrotaría firmando el Tratado de Karlowitz en 1699. En el mismo período, Carlos V claudicaría y Europa pasaría a convertirse en una región de “naciones con hegemonía independiente”. Esto debilitó al cristianismo, pues dio libertad a cada nación de elegir sus creencias religiosas, convirtiéndola así, gradualmente, en un pensamiento filosófico ajeno a la política de una nación. Esta forma de ver a la religión marcaría el inicio de una nueva era entre Europa y el Medio Oriente, donde las visiones de orden empezarían a divergir entre ambos, conllevando a una eventual Tercera Guerra Mundial. Pues en el Medio Oriente, la religión seguiría siendo la única herramienta para consolidar un orden en la región. El yihad lo establecía así… y así se mantendría hasta la actualidad.
Tras la firma del Tratado de Karlowitz, el Imperio otomano, en un período de 200 años, se vio envuelta en guerras de las cuales no pudo salir victorioso. La decadencia del mismo llegó al culminar la Primera Guerra Mundial en el año 1918, y tras esta, el Medio Oriente se sumergió en un período de desorden. Los países que ganaron La Primera Guerra Mundial se apropiaron de las conquistas territoriales del Imperio otomano - que pasó a llamarse Turquía en 1924 - y se las repartieron formando nuevas naciones. Siria y Líbano emergieron como Mandatos de Francia, e Iraq, Jordania, y Palestina lo hicieron como Mandatos de Inglaterra. Este evento, que iniciaría con el Acuerdo de Sykes-Picot en 1916 marcaría el inicio de la intervención Europea en el Medio Oriente. La visión de orden ya no estaría en manos de los árabes sino más bien pasaría a ser impuesto por Europa. Una situación que repercutiría como otro déjà vu 30 años después, cuando Europa perdería el control de sus tierras y la visión de orden quedaría en manos de Estados Unidos y la Unión Soviética.

Quizás el más grande error de Europa fue comenzar a inmiscuirse en los asuntos del Medio Oriente y querer imponer a la fuerza el orden de Westfalia, o el de las “naciones con hegemonía independiente”, sin percatarse que estos habían vivido un período de 1300 años buscando el orden a través del islam y difícilmente aceptarían otra visión de orden proveniente de afuera, pero seguramente Europa no vivirá arrepentido de ello hasta que los atentados en Bruselas, Paris y Londres, que ocurrieron en el año 2015 se acrecienten, porque pudieron sacar provecho de los recursos de dichas naciones, y en especial del petróleo, que se descubriría en la primera mitad del siglo XX.
Adicionalmente, no pudiendo ver su propia historia, los líderes europeos no proyectaron que aquel sentimiento nacionalista que había surgido a finales del siglo XIX, llegaría al Medio Oriente con fuerza y crearía un sentimiento de odio a la intervención europea, generando conflictos internos en las naciones. No fue hasta finales de la Segunda Guerra Mundial, que los países europeos optaron por alejarse parcialmente del Medio Oriente. Los Mandatos de Francia e Inglaterra desaparecieron y los países árabes fueron alcanzando una falsa autonomía, y fue falsa, porque los nuevos gobernantes fueron vistos como títeres de Occidente. Todo indicaba que tras la Segunda Guerra Mundial, el Medio Oriente entraría en un período de guerras civiles con posibles enfrentamientos entre las naciones; sin embargo, un evento marcaría el detonante para unir sus fuerzas y repudiar a Europea, la creación del estado de Israel.

Cuando el sentimiento nacionalista surgió en Europa a finales del siglo XIX, un movimiento emergió en base a este, el sionismo, el cual reclamaba que los judíos tenían pleno derecho de establecer un estado en Jerusalén, pues este había sido siempre su hogar hasta el siglo I, período en el cual el Imperio romano los expulsó en su afán de consolidar el cristianismo. El movimiento sionista pocas veces fue escuchado, pero tras el exterminio de los judíos en manos de los nazis alemanes, los deseos de apoyo se elevaron. Inglaterra, quien tenía bajo su control Jerusalén en Palestina, al culminar la Segunda Guerra Mundial consideró prudente consolidar un estado judío, el cual llegó en 1948 bajo el nombre de “el estado de Israel”. Esto fue visto negativamente por los países árabes que el mismo año le declararon la guerra a Israel en apoyo a Palestina. Otras tres guerras más surgirían años después, en 1956, 1967 y 1973. Israel ganaría en todas ellas con el apoyo de Estados Unidos, país que emergería como la gran potencia de Occidente y vería en Israel a un buen aliado estratégico para contrarrestar a la Unión Soviética. Se dice que en la actualidad Israel posee armas nucleares dadas por Estados Unidos, pero este es un rumor que se esclarecerá en la Tercera Guerra Mundial. Debido a esto, el odio de la comunidad árabe se extendería más allá de Europa y llegaría hasta América. Este sentimiento sería aprovechado astutamente por ciertos hombres que buscando instaurar un orden islámico sin la intervención de Occidente darían un golpe de estado a sus naciones.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el período de la Guerra Fría llegó marcando un enfrentamiento geopolítico entre Estados Unidos y la Unión Soviética, debido a esto, el Medio Oriente pasó a fragmentarse en dos bandos. Afganistán, Siria, Argelia e Iraq formarían el grupo que apoyaría a la Unión Soviética, mientras que Jordania, Arabia Saudita, Irán y Marruecos, apoyarían a los Estados Unidos. La ideología socialista de la Unión Soviética se expandiría entre los primeros y mezclándose con el yihad y el sentimiento nacionalista, daría origen al movimiento “Baaz” o “Islámico Árabe Socialista”.
En Siria e Iraq este movimiento  traería como consecuencia el golpe de estado a las naciones en 1970, que por entonces estaban gobernadas por títeres de Occidente. Saddam Hussein lo haría en Iraq y Hafez al-Assad lo haría en Siria, imponiendo ambos una dictadura. El evento tendría similitud a la Revolución francesa de 1789 cuando Napoléon, un militar francés, dio un golpe de estado en Francia y se declaró el nuevo cónsul de la república. En 1979, Saddam Hussein se proclamaría el nuevo presidente del “estado islámico sunita de Iraq” y gobernaría hasta el 2003, para luego ser asesinado por Estados Unidos en el 2006, demostrando así su hegemonía mundial. Con esto, la Unión Soviética (actual Rusia) perdería un aliado en su eterna lucha geopolítica contra Estados Unidos. Por otro lado, en Siria los eventos perdurarían hasta la actualidad. Considerándose a este un país estratégico por tener acceso al mar, contar con reservas de petróleo y estar ubicado al centro del Medio Oriente, la Unión Soviética rendiría un apoyo incondicional a Hafez al-Assad, y al mismo tiempo Estados Unidos buscaría adueñarse de él apoyando a la oposición hasta el día de hoy. Esta continua intervención extranjera con los años daría origen a grupos islámicos extremistas que buscando eliminar a las potencias de Occidente del mapa considerarían que la única forma de lograrlo sería yendo a una eventual guerra mundial. Surgirían, con los años, diversos grupos en muchas naciones, Al-Qaeda en Afganistán, Al-Nursa en Siria, Hamas en Gaza, Hezbollah en Líbano, el Estado Islámico y Levante en Iraq, entre otros.

En forma similar a los eventos de 1970, Irán y Afganistán sufrirían sus respectivos golpes de estado. En 1979, Ruhollah Joeimí tomaría el control de Irán, proclamándolo un estado islámico chiita y considerando su mandato como el primer gobierno de Dios. Su pensamiento radical lo alejaría de Occidente, pero al verse inmerso en 1980 en una guerra contra Iraq, recibiría el apoyo incondicional de Estados Unidos, quien temiendo a la Unión Soviética trataría de preservar su dominio geopolítico. Del mismo modo, en Afganistán, un partido comunista tomaría el control en 1978, esto no sería bien visto por Estados Unidos, quien no queriendo perder su dominio en la región, apoyaría a la oposición formada por islámicos democráticos y radicales. Entre ellos, un grupo islámico radical, Al-Qaeda, bajo el mando de Osama bin-Laden, un saudita multimillonario que fue expatriado de su país al manifestar su apoyo a los movimientos radicales, marcaría la diferencia. Estados Unidos lo apoyaría con arsenal militar, sin darse cuenta, que estaba brindándole todo su apoyo a quien en un futuro atacaría Nueva York en el ataque terrorista más grande jamás registrado en América. Estos eventos demostrarían claramente al mundo, que el Medio Oriente nunca se dividió entre simpatizantes de Rusia o Estados Unidos, sino más bien adoptaron dichas posturas únicamente con fines políticos porque el único orden que envisionaban estaba registrado en el yihad, en la preservación e independencia del islam como religión y como territorio. Existieron sin embargo, naciones que buscaron incorporarse a la visión de Westfalia. Tal fue el caso de Egipto, cuyo líder, Anwar-al-Sadat, firmó un tratado de paz con Israel en 1979; no obstante, no pudiendo controlar a su pueblo que se sublevo por aquel acto de traición al islam, sería asesinado 2 años después por islamistas radicales.

En el 2010, la Primavera Árabe llegaría donde pueblos árabes partiendo desde Túnez hacia el este buscarían derrocar sus gobiernos dictatoriales y establecer así un sistema democrático de acuerdo a los principios de Westfalia. Túnez, Egipto y Yemen lo consiguieron, pero como consecuencia, un desorden interno se generó porque el islam estaba completamente dividido, entre sunitas e chiitas, entre anti-occidentales y pro-occidentales, entre anti-semitas y sionistas, y entre democráticos y radicales.
En la actualidad, el Medio Oriente sigue viviendo un período de desorden, impulsado, lamentablemente, por los conflictos geopolíticos entre Rusia y Estados Unidos.  Si bien es cierto que el modelo de Westfalia o de las “naciones con hegemonía independiente” es el camino correcto al orden, el ver como Europa y Estados Unidos se han inmiscuido en los asuntos internos de la región, es un claro indicio que los principios de Westfalia no han sido cumplidos, y solo se cumplirán siempre y cuando sean en beneficio de Occidente. Debido a esto, Rusia ha entrado en el juego como un moderador, dividiendo al Medio Oriente en dos partes, aquellos que estarán en favor de las decisiones de Rusia y aquellos que seguirán fieles a Norteamérica. Con los años, Irán y Siria han mostrado una alianza irrevocable con Rusia y difícilmente esta se romperá. Si bien Irán y Siria no son considerados como naciones democráticas por Occidente y tildan a Rusia de promover las dictaduras, esto no es más que un claro ejemplo que cada uno solo busca sus propios intereses porque el más fiel aliado de Estados Unidos en dicha región es Arabia Saudita, un país monárquico que es gobernado por una sola familia desde su fundación, y donde el derecho a la mujer y a los trabajadores de clase baja es limitado.

¿Cómo entonces podría alcanzar el orden el Medio Oriente? La respuesta de los árabes es una sola, el yihad, el cual se resumiría en que Occidente debe abandonar sus influencias en la región y dejar que esta por si sola, con sus conflictos, sus guerras internas y sus dictaduras, consiga crear la Unión Islámica. Si a Europa le tomó 1500 años crear la Unión Europea tras la desintegración del Imperio romano, al Medio Oriente debería tomarle un tiempo prudencial desde que el último imperio sucumbió, es decir, desde la caída del Imperio otomano en el año 1699. Pero Occidente jamás abandonará la región, sobre todo sabiendo que por el este Irán viene desarrollando secretamente armas nucleares. Pakistán, India y China ya las tienen, y Japón, un país resentido tras la Segunda Guerra Mundial, fácilmente podría crearlas también. El destino está muy marcado, Estados Unidos no puede abandonar su influencia en el Medio Oriente, a tal punto que hasta el día de hoy sigue buscando formas astutas de reducir la carrera nuclear de Irán, porque dejar que pase esto implicaría que otros países también lo hagan, países que se aliarían a Rusia y podrían destronarlo del primer lugar como potencia mundial. Por otro lado, Rusia tampoco está dispuesta a abandonar su influencia en el Medio Oriente, pues es consciente que teniendo a toda Europa contra él, y a una Ucrania dividida entre pro-europeos y pro-rusos, no le queda más remedio que enfocarse en el Medio Oriente y buscar aliados estratégicos para preservar su hegemonía regional. Porque sin estos, a futuro, perdería una eventual guerra mundial, y al perderla, sería despojado de su arsenal nuclear para siempre y ya nunca volvería a ser la misma. Tarde o temprano, Irán desarrollará la ojivas nucleares porque tiene el potencial, y cuando este evento llegue, se convertirá en el epicentro de la Tercera Guerra Mundial. ¿Y qué pasará cuando esta guerra llegue a su fin? ¿El Medio Oriente alcanzará el orden? Si la comparamos con la historia europea, el orden llegará en el Medio Oriente siempre y cuando se establezca en la región la Unión Islámica, pero no sin antes lograr la paz entre el judaísmo, cristianismo e islamismo, o no sin antes relegarlas a todas a un pensamiento espiritual ajeno a las políticas del país, ¿pero cómo lograr esto último? Para responderlo, debemos sumergirnos en la historia de Asia Oriental, porque es en la historia que está escrito el futuro, y Asia Oriental presenta una historia con un enfoque muy interesante donde emergen nuevas potencias mundiales como China y Japón... y donde la religión tiene un carácter filosófico basado en la iluminación.

Continuará...

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